La Verdad del Capricho

Me autosecuestra mi niñez. En cierta manera lo sé, pero no me gusta que me lo digan: prefiero explicarlo. No soy infantil por una simple ecuación, es solo que mis ojos no cambian. Con el tiempo muchas cosas fueron mutando, y mientras todos adolescieron de adentro hacia fuera, yo lo hice al revés. Tomé mis responsabilidades con una gran seriedad, y puedo hoy disfrazarme en el mundo adulto cuando lo necesito. Cultivo mi maceta de pensamientos cada día, pero mis ojos no cambian. Sigo comprendiendo con malestar el paso del tiempo
No descuelgo mis guirnaldas de cumpleaños, ya van casi tres meses, y quiero creer que hoy es ese día.
No quiero perder el oficio del disfrute urbano, sigo imaginando que todo es un gran paseo de la mano del abuelo: la facultad de ingeniería en Las Heras siempre va a ser para mí la casa de Drácula.
Mis ojos tienen 5 años: para mí no hay Dios, no creo en la muerte –noexiste,noexiste,noexiste- hablo de lo que quiero, la cantidad que quiero, presto atención a lo que quiero. Sigo creyendo en la magia del helado, del pirulín, del copo de nieve, y mirar por la ventana del subte me sigue aterrando. A cualquier golpe de realidad siempre es bueno contrarrestarlo con un buen libro, y en ese mundo conocí a la gente adulta. Sé que no encajo, pero también sé que nadie encaja, y eso es deliciooooooso.

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